Narya.

¿Mi nombre? Narya. No recuerdo el por qué, ni quien lo usó conmigo la primera vez, pero así es.

¿Mi familia? No tengo familia. No se de donde vengo. No tengo recuerdos.

¿Mi hogar? No tengo hogar. No pertenezco a ningún lugar.

Soy quien soy.

Nací, no se como, y llegué a un orfanato en un lugar que quien sabe donde está, un sitio los niños sobrevivían, no vivian, donde eramos enseñados para pertenecer al pueblo. No como hijos, como futuros esclavos.

Todos allí eran tristes. No lo estaban, solo lo eran. Limitaban su existencia a respirar, a cumplir ordenes y aprender a servir. Esa no era yo, no quería eso para mi, no pertenecía a allí, pero no había nada mas para mi fuera de las paredes desgastadas de aquel desagradable lugar.

Y un día salí.

¿Como? No huí. No corrí. Pero de algún modo, encontre donde escapar.

Me adentré demasiado en los bosques de los alrededores del pueblo, allí donde nadie debía pasar, con la obligación de encontrar algo que comer para mi dueño, el dueño de todos los niños, el dueño del orfanato. Me adentré. Ahora no recuerdo la razón, probablemente por alejarme de el destino que me servían en bandeja de plata, soló seguí andando mas y mas.

Quizá vosotros no lo entendáis, pero un bosque lleno de bestias no es buen sitio para una niña. ¿Acaso no os había dicho ya que nadie debía pasar? Pues esa era la razón, las bestias. Se decía que era un bosque de dioses, o demonios, o el estercolero de Dios, donde las criaturas mal creadas habían ido a parar, se decían tantas cosas que uno no sabía cual creer. Y yo, me adentré.

Narya. 

Even half of what you see